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Comedia Venatoria
Édition de Antonio Carreira
2017
Ont participé à cette édition électronique : Felipe Joannon (Édition TEI et stylage), Hector Ruiz (Édition TEI et stylage), Aude Plagnard (Édition TEI et stylage) et Frédéric Glorieux (Informatique éditoriale).
COMEDIA VENATORIA §
Los que hablan en ella son:
- CUPIDO.
- SILVIO.
- FLORISCIO.
- CAMILA.
- CINTIA.
Sale Cupido.
CUPIDO
Aunque en humildes paños escondido,
y disfrazado en hábito villano,
si el mismo que desnudo soy vestido,
aquel dios soy del coro soberano
5 cuya dorada flecha y llama ardiente
ha quitado mil veces de la mano
el duro rayo al dios omnipotente,
al fiero Marte, la sangrienta espada,
y al gran Neptuno, el húmido tridente,
10 y he hecho con mi diestra no domada
en medio el suyo conocer mi fuego
al negro dios de la infernal morada.
¿Qué me extrañáis? Alado soy, y ciego,
aunque sin venda, y alas me ha traído
15 de un noble cazador el justo ruego,
la humilde voz, el mísero gemido
de un noble cazador, amador noble,
siempre olvidado, nunca arrepentido,
cuya grave pasión y pena doble
20 ha vencido el desdén y la dureza
del laurel casto y del robusto roble,
y dellos cada cual por su corteza
lágrimas muchas veces ha sudado
de amor el lauro, el roble, de terneza.
25 Por él, y lo que es más, acá he bajado,
por que sienta su ingrata cazadora
la dulce flecha del arpón dorado,
y siga, no tan libre como agora,
la aljaba al hombro, con ligero paso,
30 del venado la planta voladora;
mas, con semblante de piedad no escaso,
escuche al que lo informa en voz doliente
del amor suyo el lacrimoso caso,
pues no es razón que sola ella se cuente,
35 con rostro siempre enjuto, las pasiones
de la amorosa miserable gente,
siendo yo aquel que enclavo corazones
desde do nace el sol a donde muere,
y desde mediodía a los trïones.
40 Así, pues, cuando aqueste brazo quiere,
aqueste arco es quien lanza esta saeta,
y esta punta dorada es quien los hiere.
Para dejarla a su pesar sujeta,
quiero esconder este arco y esta aljaba
45 de este bosque en la parte más secreta,
que por la misma mano del que odiaba
(como veréis) ha de quedar hoy hecha
mansa y humilde, de soberbia y brava.
Quédese el arco, quédese la flecha,
50 en tanto que yo sigo, disfrazado,
de este espeso jaral la senda estrecha,
porque entre los monteros que han llegado
del príncipe de Tebas este día
a perseguir el puerco y el venado,
55 quiero de esa robusta montería
algún rato gozar, desconocido,
y de su generosa cetrería,
y al fin dar a entender que soy Cupido,
aunque en humildes paños escondido.
Vase. Salen Silvio y Floriscio.
SILVIO
60 A mil torcidos cuernos dando aliento,
mil ecos cazadores mil entonan,
y con templados pájaros al viento,
y a la tierra con perros, no perdonan;
la raridad del aire en puntas ciento
65 halcones solicitan y coronan;
la nariz baja, canes extranjeros
calando el monte van con pies ligeros.
La blanca garza, que al romper del día,
el rojo pie escondido en la laguna,
70 las plumas del gentil pecho pulía
con el purpúreo pico de una en una,
y el viejo ciervo que a la par vivía
del bosque, hoy teñirán, sin falta alguna,
la garza, del neblí las garras gruesas,
75 el ciervo, del lebrel las fieras presas.
Tal es el aparato que ha traído,
y de tantos monteros se acompaña,
que ave no abrigará su dulce nido,
ni fiera pisará más la montaña,
80 de espesas redes bien apercibido,
para que ciña con manera extraña
del vasto monte el áspero costado,
fuerte muro de cáñamo anudado.
En sola su confusa montería
85 hay donde un buen oído se dilate:
el corvo cuerno truena, el halcón pía,
el caballo relincha, el perro late,
el cascabel no olvida su armonía
si se sacude el pájaro o se abate,
90 así que todo hace un dulce yerro,
caballo, cascabel, cuerno, halcón, perro...
FLORISCIO
¿Viene gallardo el príncipe?
SILVIO
Gallardo
y galán viene, a fe, sobremanera.
FLORISCIO
¿Y de qué se vistió?
SILVIO
De verde y pardo,
95 o de mezclilla, que una y otro era.
FLORISCIO
¿Con qué armas piensa andar?
SILVIO
Con solo un dardo
de firme cuento y de cuchilla fiera,
y un fuerte estoque a su siniestro lado
de un tahelí pendiente dilatado.
100 Tal se mostró aquel día al monte armado
el rubio mozo, por su mal valiente,
que manchó con su sangre el verde prado
del jabalí cerdoso el fiero diente,
y tal aquel montero desdichado,
105 cuya temeridad pobló su frente
de vengativos cuernos, en mal hora
fue visto de la casta cazadora.
FLORISCIO
Soberbia caza se nos adereza;
pero dime, ¿de Cintia y de Camila
110 has merecido hoy ver la gran belleza
en sus albergues o en el monte?
SILVIO
Vila
adonde de aquel risco la dureza,
sobre aquella aunque tosca hermosa pila,
en tres Alpes tres venas se desata
115 en líquida, en templada, en dulce plata.
FLORISCIO
Y, di, ¿estarán allí?
SILVIO
¡Ay!, se habrán ido
a seguir con sus arcos una fiera
que el sabueso de Cintia había sentido
de aquel peinado cerro en la ladera.
FLORISCIO
120 Busquémoslas; sabrán cómo es venido
el príncipe que cada cual espera.
SILVIO
Vamos; mas helas vienen.
Salen Camila y Cintia.
CAMILA
Yo me espanto
cómo con tal herida corrió tanto.
CINTIA
Tal ligero el corzo es
125 que no da menos enojos
el seguillo con los ojos
que alcanzallo con los pies,
y así, por mi cuenta hallo
que, si consientes decillo,
130 hizo más que tú en herillo
la saeta en alcanzallo.
Mas quede el brazo contento,
Camila, pues que de hoy más,
aunque imposible, podrás
135 decir que has herido al viento;
y quede la mano ufana,
pues lo hirió de manera
que más herido no fuera
de la mano de Dïana,
140 pues de tal suerte corría
que, mientras se desangraba,
rastro hacer no dejaba
de la sangre que vertía,
porque, como viste y vi,
145 siguiéndole su derrota,
aquí dejaba una gota
y otra una legua de allí.
CAMILA
Bien corrió el ciervo; mas baste,
Cintia, para encarecer
150 lo que le vimos correr,
decir que no lo alcanzaste
tú, que en correr y saltar
tienes ligereza tanta,
que sin mojarte la planta
155 puedes correr sobre el mar,
y aunque ahora te fatigas,
correr y echar mil traveses
sobre levantadas mieses
sin inclinar sus espigas.
160 Y así, pues que te cansó
muy mucho, como el corcillo,
mucho hice yo en herillo,
mucho la flecha voló.
FLORISCIO
Por bien graciosa manera
165 se alaban ellas agora,
la una de cazadora,
y la otra de ligera.
SILVIO
Aguardemos hasta ver
si tienen, en tal lugar,
170 Camila, más que tirar,
y Cintia, más que correr.
CAMILA
Pero, Cintia, si se nota,
bien salimos, por mi vida,
tu con la aljaba perdida
175 y yo con la cuerda rota.
CINTIA
¿La aljaba se me ha perdido?
CAMILA
Así lo puedes creer,
si no se quedó al correr
tras el corcillo herido.
CINTIA
180 No sé cómo la perdí,
ni aun entiendo de qué suerte
rompiste tú una tan fuerte
cuerda de un tirón.
CAMILA
Yo, sí:
con tal fuerza y tan de veras
185 el arco quise flechar
por herillo, que juntar
hice las dos empulgueras;
él la flecha despidió
y, queriendo abrirse cuanto
190 lo junté, como fue tanto,
la cuerda no lo sufrió.
CINTIA
Tras de una fiera muy brava
yo no sé qué más se pierda
que, por herillo, una cuerda,
195 y, por seguillo, una aljaba.
A buscallo quiero ir yo.
CAMILA
Muy buena estaría la ida:
tú serías la perdida
en ir, y el aljaba no.
SILVIO
200 Salgamos a consolalla,
que amor acá me remuerde.
FLORISCIO
Aguarda.
CAMILA
Aun lo que se pierde
en lo llano, no se halla,
cuanto más lo que perdiste
205 entre matas tan espesas.
CINTIA
Muestras de alegre son esas.
CAMILA
Y aun esas muestras de triste.
CINTIA
No hay negallo, triste estoy.
CAMILA
Pues por que no lo estés más,
210 ten de ese hilo y verás
cuán grande maestra soy
de torcer cuerdas. Ea, ten.
CINTIA
No me detengas.
CAMILA
Ea, acaba.
CINTIA
Bien hallaré yo mi aljaba
215 de esta suerte.
CAMILA
Tuerce bien.
Salen Silvio y Floriscio.
SILVIO
¡Mi Cintia!
FLORISCIO
¡Camila bella!
CAMILA
¡Ay!, ¿qué nos ha salteado?
SILVIO
Quien escondido ha escuchado
de cada cual la querella.
CINTIA
220 Y della, ¿qué habéis sentido,
o al menos de mi cuidado?
SILVIO
Siento de él que me ha cobrado
la aljaba que has hoy perdido.
CINTIA
¿Cómo así?
SILVIO
Cintia hermosa,
225 sirviéndote de esta mía
y de este arco, que algún día
trujo tu mano envidiosa.
CINTIA
El don, Silvio, es tan galano,
que en tomarlo anda ya cuerda,
230 puesto que la aljaba pierda
tal hombro, el arco tal mano.
Mas no se dirá de mí
que a los dos fui tan crüel,
a ti en desarmarte de él,
235 a él en quitarlo de ti.
FLORISCIO
Pues sea de aqueste modo:
que si te da Silvio el suyo,
tú le des el arco tuyo;
ganarás tú, y él, y todo.
CINTIA
240 De esa suerte lo haré,
por tu gusto y mi reposo.
SILVIO
¡Oh yo mil veces dichoso,
que tal merced alcancé!
CAMILA
No sé, Cintia, qué te diga;
245 gana tenías de trocar.
CINTIA
Tú no sabes qué es buscar
en el monte con fatiga,
y el trabajo que andar es
por esa espesura brava,
250 donde hallara la aljaba
y me dejara los pies.
Esto aun es cuando se halla:
mira tú si hiciera mal
en trocar por un don tal
255 el trabajo de buscalla.
SILVIO
Por solo que no te arguya
Camila más de pecado,
ora de fuerza o de grado
le has de hacer trocar la suya
260 y el arco, aunque esté rompido,
con Floriscio.
FLORISCIO
Haz que quiera,
Cintia, de cualquier manera.
¿Trocarás si te lo pido,
Camila?
CAMILA
No, en buena fe.
FLORISCIO
265 ¿El porqué no me dirás?
CAMILA
Floriscio, no sepas más
de que es mi gusto el porqué.
Pero tú dime qué ganas
en ello, que así porfías.
FLORISCIO
270 Tener yo cosa en las mías
de tus manos soberanas,
y armas que del corazón
con la sangre yo bañé.
CAMILA
Floriscio, grande es tu fe;
275 trueca, mas con condición
que me digas si ha llegado
el príncipe, que deseo
saber ya nuevas de él.
SILVIO
Creo
que ya en la montaña ha entrado.
FLORISCIO
280 ¡Oh arco de mi consuelo,
do se pusieron mil veces
tales manos!: bien mereces
ser llamado arco del cielo,
pues el mesmo efecto tienes
285 causando en nuestros amores
serenidad de favores
tras tempestad de desdenes.
CINTIA
Floriscio, déjate de eso,
que nadie te ha de querer,
290 y lo que puedes hacer
en pago del buen suceso
es llevarte a Silvio luego
y ambos dejarnos aquí
a tu Camila y a mí.
SILVIO
295 Hágase de Cintia el ruego,
aunque por ello perdamos
su dulce conversación.
FLORISCIO
Acá dejo el corazón,
pero voyme.
CINTIA
Presto.
SILVIO
Vamos.
Vanse y quedan las dos solas.
CINTIA
300 A trueco de verlos idos,
como soy la que interesa,
sé decir que no me pesa
que vayan favorecidos.
CAMILA
Allá vayan, y tú ahora
305 me cuenta, porque es extraño,
de Daliso el dulce engaño
con su ingrata cazadora.
CINTIA
Ayer te lo comencé
a contar y hice pausa,
310 no me acuerdo por qué causa;
óyelo, que es bueno, a fe.
De un lantisco (cuyas hojas
sombra daban, y sus ramos
ganchos de donde colgamos
315 los arcos, las cuerdas flojas)
al verde pie recostadas,
que alivio y sombra nos dio,
estábamos Clori y yo
calurosas y cansadas,
320 y adormecidas después
al son de un lento arroyuelo
que bañaba el verde suelo
y a las dos casi los pies,
una solícita abeja,
325 sin tener en mí mancilla,
maltratada en la mejilla,
y dolorosa, me deja.
Diome, aunque breve, el tormento
tan terrible la picada,
330 que, a mis quejas alterada,
Clori despertó al momento,
y con gana de burlar
me dijo: «No estés quejosa,
que teniéndote por rosa
335 muy bien te pudo picar;
porque tal estás agora
que la abeja te juzgó
por rosa que se cayó
del rojo seno a la Aurora,
340 y aun la más fresca de aquellas
de que ella ciñe su frente,
cuando vierte desde oriente
bello aljófar, perlas bellas;
y así, perdónale el daño,
345 pues las dos ganáis de un arte:
ella, dulzura en picarte,
y tú, alabanza en su engaño.
Pero si te da tal pena
la picada, bien sé yo
350 palabras que me enseñó
la gran mágica Filena,
que mordiendo la picada
tres veces, y dichas quedo,
hacerte con ellas puedo
355 que el dolor sea poco o nada».
(Aquí se acaba, que en este estado la dejó don Luis)