**** *book_ *id_I *date_1586 *creator_gongora Los que hablan en ella son: -*who_cupido Aunque en humildes paños escondido, y disfrazado en hábito villano, si el mismo que desnudo soy vestido, aquel dios soy del coro soberano cuya dorada flecha y llama ardiente ha quitado mil veces de la mano el duro rayo al dios omnipotente, al fiero Marte, la sangrienta espada, y al gran Neptuno, el húmido tridente, y he hecho con mi diestra no domada en medio el suyo conocer mi fuego al negro dios de la infernal morada. ¿Qué me extrañáis? Alado soy, y ciego, aunque sin venda, y alas me ha traído de un noble cazador el justo ruego, la humilde voz, el mísero gemido de un noble cazador, amador noble, siempre olvidado, nunca arrepentido, cuya grave pasión y pena doble ha vencido el desdén y la dureza del laurel casto y del robusto roble, y dellos cada cual por su corteza lágrimas muchas veces ha sudado de amor el lauro, el roble, de terneza. Por él, y lo que es más, acá he bajado, por que sienta su ingrata cazadora la dulce flecha del arpón dorado, y siga, no tan libre como agora, la aljaba al hombro, con ligero paso, del venado la planta voladora; mas, con semblante de piedad no escaso, escuche al que lo informa en voz doliente del amor suyo el lacrimoso caso, pues no es razón que sola ella se cuente, con rostro siempre enjuto, las pasiones de la amorosa miserable gente, siendo yo aquel que enclavo corazones desde do nace el sol a donde muere, y desde mediodía a los trïones. Así, pues, cuando aqueste brazo quiere, aqueste arco es quien lanza esta saeta, y esta punta dorada es quien los hiere. Para dejarla a su pesar sujeta, quiero esconder este arco y esta aljaba de este bosque en la parte más secreta, que por la misma mano del que odiaba (como veréis) ha de quedar hoy hecha mansa y humilde, de soberbia y brava. Quédese el arco, quédese la flecha, en tanto que yo sigo, disfrazado, de este espeso jaral la senda estrecha, porque entre los monteros que han llegado del príncipe de Tebas este día a perseguir el puerco y el venado, quiero de esa robusta montería algún rato gozar, desconocido, y de su generosa cetrería, y al fin dar a entender que soy Cupido, aunque en humildes paños escondido. -*who_silvio A mil torcidos cuernos dando aliento, mil ecos cazadores mil entonan, y con templados pájaros al viento, y a la tierra con perros, no perdonan; la raridad del aire en puntas ciento halcones solicitan y coronan; la nariz baja, canes extranjeros calando el monte van con pies ligeros. La blanca garza, que al romper del día, el rojo pie escondido en la laguna, las plumas del gentil pecho pulía con el purpúreo pico de una en una, y el viejo ciervo que a la par vivía del bosque, hoy teñirán, sin falta alguna, la garza, del neblí las garras gruesas, el ciervo, del lebrel las fieras presas. Tal es el aparato que ha traído, y de tantos monteros se acompaña, que ave no abrigará su dulce nido, ni fiera pisará más la montaña, de espesas redes bien apercibido, para que ciña con manera extraña del vasto monte el áspero costado, fuerte muro de cáñamo anudado. En sola su confusa montería hay donde un buen oído se dilate: el corvo cuerno truena, el halcón pía, el caballo relincha, el perro late, el cascabel no olvida su armonía si se sacude el pájaro o se abate, así que todo hace un dulce yerro, caballo, cascabel, cuerno, halcón, perro... -*who_floriscio ¿Viene gallardo el príncipe? -*who_silvio Gallardo y galán viene, a fe, sobremanera. -*who_floriscio ¿Y de qué se vistió? -*who_silvio De verde y pardo, o de mezclilla, que una y otro era. -*who_floriscio ¿Con qué armas piensa andar? -*who_silvio Con solo un dardo de firme cuento y de cuchilla fiera, y un fuerte estoque a su siniestro lado de un tahelí pendiente dilatado. Tal se mostró aquel día al monte armado el rubio mozo, por su mal valiente, que manchó con su sangre el verde prado del jabalí cerdoso el fiero diente, y tal aquel montero desdichado, cuya temeridad pobló su frente de vengativos cuernos, en mal hora fue visto de la casta cazadora. -*who_floriscio Soberbia caza se nos adereza; pero dime, ¿de Cintia y de Camila has merecido hoy ver la gran belleza en sus albergues o en el monte? -*who_silvio Vila adonde de aquel risco la dureza, sobre aquella aunque tosca hermosa pila, en tres Alpes tres venas se desata en líquida, en templada, en dulce plata. -*who_floriscio Y, di, ¿estarán allí? -*who_silvio ¡Ay!, se habrán ido a seguir con sus arcos una fiera que el sabueso de Cintia había sentido de aquel peinado cerro en la ladera. -*who_floriscio Busquémoslas; sabrán cómo es venido el príncipe que cada cual espera. -*who_silvio Vamos; mas helas vienen. -*who_camila Yo me espanto cómo con tal herida corrió tanto. -*who_cintia Tal ligero el corzo es que no da menos enojos el seguillo con los ojos que alcanzallo con los pies, y así, por mi cuenta hallo que, si consientes decillo, hizo más que tú en herillo la saeta en alcanzallo. Mas quede el brazo contento, Camila, pues que de hoy más, aunque imposible, podrás decir que has herido al viento; y quede la mano ufana, pues lo hirió de manera que más herido no fuera de la mano de Dïana, pues de tal suerte corría que, mientras se desangraba, rastro hacer no dejaba de la sangre que vertía, porque, como viste y vi, siguiéndole su derrota, aquí dejaba una gota y otra una legua de allí. -*who_camila Bien corrió el ciervo; mas baste, Cintia, para encarecer lo que le vimos correr, decir que no lo alcanzaste tú, que en correr y saltar tienes ligereza tanta, que sin mojarte la planta puedes correr sobre el mar, y aunque ahora te fatigas, correr y echar mil traveses sobre levantadas mieses sin inclinar sus espigas. Y así, pues que te cansó muy mucho, como el corcillo, mucho hice yo en herillo, mucho la flecha voló. -*who_floriscio Por bien graciosa manera se alaban ellas agora, la una de cazadora, y la otra de ligera. -*who_silvio Aguardemos hasta ver si tienen, en tal lugar, Camila, más que tirar, y Cintia, más que correr. -*who_camila Pero, Cintia, si se nota, bien salimos, por mi vida, tu con la aljaba perdida y yo con la cuerda rota. -*who_cintia ¿La aljaba se me ha perdido? -*who_camila Así lo puedes creer, si no se quedó al correr tras el corcillo herido. -*who_cintia No sé cómo la perdí, ni aun entiendo de qué suerte rompiste tú una tan fuerte cuerda de un tirón. -*who_camila Yo, sí: con tal fuerza y tan de veras el arco quise flechar por herillo, que juntar hice las dos empulgueras; él la flecha despidió y, queriendo abrirse cuanto lo junté, como fue tanto, la cuerda no lo sufrió. -*who_cintia Tras de una fiera muy brava yo no sé qué más se pierda que, por herillo, una cuerda, y, por seguillo, una aljaba. A buscallo quiero ir yo. -*who_camila Muy buena estaría la ida: tú serías la perdida en ir, y el aljaba no. -*who_silvio Salgamos a consolalla, que amor acá me remuerde. -*who_floriscio Aguarda. -*who_camila Aun lo que se pierde en lo llano, no se halla, cuanto más lo que perdiste entre matas tan espesas. -*who_cintia Muestras de alegre son esas. -*who_camila Y aun esas muestras de triste. -*who_cintia No hay negallo, triste estoy. -*who_camila Pues por que no lo estés más, ten de ese hilo y verás cuán grande maestra soy de torcer cuerdas. Ea, ten. -*who_cintia No me detengas. -*who_camila Ea, acaba. -*who_cintia Bien hallaré yo mi aljaba de esta suerte. -*who_camila Tuerce bien. -*who_silvio ¡Mi Cintia! -*who_floriscio ¡Camila bella! -*who_camila ¡Ay!, ¿qué nos ha salteado? -*who_silvio Quien escondido ha escuchado de cada cual la querella. -*who_cintia Y della, ¿qué habéis sentido, o al menos de mi cuidado? -*who_silvio Siento de él que me ha cobrado la aljaba que has hoy perdido. -*who_cintia ¿Cómo así? -*who_silvio Cintia hermosa, sirviéndote de esta mía y de este arco, que algún día trujo tu mano envidiosa. -*who_cintia El don, Silvio, es tan galano, que en tomarlo anda ya cuerda, puesto que la aljaba pierda tal hombro, el arco tal mano. Mas no se dirá de mí que a los dos fui tan crüel, a ti en desarmarte de él, a él en quitarlo de ti. -*who_floriscio Pues sea de aqueste modo: que si te da Silvio el suyo, tú le des el arco tuyo; ganarás tú, y él, y todo. -*who_cintia De esa suerte lo haré, por tu gusto y mi reposo. -*who_silvio ¡Oh yo mil veces dichoso, que tal merced alcancé! -*who_camila No sé, Cintia, qué te diga; gana tenías de trocar. -*who_cintia Tú no sabes qué es buscar en el monte con fatiga, y el trabajo que andar es por esa espesura brava, donde hallara la aljaba y me dejara los pies. Esto aun es cuando se halla: mira tú si hiciera mal en trocar por un don tal el trabajo de buscalla. -*who_silvio Por solo que no te arguya Camila más de pecado, ora de fuerza o de grado le has de hacer trocar la suya y el arco, aunque esté rompido, con Floriscio. -*who_floriscio Haz que quiera, Cintia, de cualquier manera. ¿Trocarás si te lo pido, Camila? -*who_camila No, en buena fe. -*who_floriscio ¿El porqué no me dirás? -*who_camila Floriscio, no sepas más de que es mi gusto el porqué. Pero tú dime qué ganas en ello, que así porfías. -*who_floriscio Tener yo cosa en las mías de tus manos soberanas, y armas que del corazón con la sangre yo bañé. -*who_camila Floriscio, grande es tu fe; trueca, mas con condición que me digas si ha llegado el príncipe, que deseo saber ya nuevas de él. -*who_silvio Creo que ya en la montaña ha entrado. -*who_floriscio ¡Oh arco de mi consuelo, do se pusieron mil veces tales manos!: bien mereces ser llamado arco del cielo, pues el mesmo efecto tienes causando en nuestros amores serenidad de favores tras tempestad de desdenes. -*who_cintia Floriscio, déjate de eso, que nadie te ha de querer, y lo que puedes hacer en pago del buen suceso es llevarte a Silvio luego y ambos dejarnos aquí a tu Camila y a mí. -*who_silvio Hágase de Cintia el ruego, aunque por ello perdamos su dulce conversación. -*who_floriscio Acá dejo el corazón, pero voyme. -*who_cintia Presto. -*who_silvio Vamos. -*who_cintia A trueco de verlos idos, como soy la que interesa, sé decir que no me pesa que vayan favorecidos. -*who_camila Allá vayan, y tú ahora me cuenta, porque es extraño, de Daliso el dulce engaño con su ingrata cazadora. -*who_cintia Ayer te lo comencé a contar y hice pausa, no me acuerdo por qué causa; óyelo, que es bueno, a fe. De un lantisco (cuyas hojas sombra daban, y sus ramos ganchos de donde colgamos los arcos, las cuerdas flojas) al verde pie recostadas, que alivio y sombra nos dio, estábamos Clori y yo calurosas y cansadas, y adormecidas después al son de un lento arroyuelo que bañaba el verde suelo y a las dos casi los pies, una solícita abeja, sin tener en mí mancilla, maltratada en la mejilla, y dolorosa, me deja. Diome, aunque breve, el tormento tan terrible la picada, que, a mis quejas alterada, Clori despertó al momento, y con gana de burlar me dijo: «No estés quejosa, que teniéndote por rosa muy bien te pudo picar; porque tal estás agora que la abeja te juzgó por rosa que se cayó del rojo seno a la Aurora, y aun la más fresca de aquellas de que ella ciñe su frente, cuando vierte desde oriente bello aljófar, perlas bellas; y así, perdónale el daño, pues las dos ganáis de un arte: ella, dulzura en picarte, y tú, alabanza en su engaño. Pero si te da tal pena la picada, bien sé yo palabras que me enseñó la gran mágica Filena, que mordiendo la picada tres veces, y dichas quedo, hacerte con ellas puedo que el dolor sea poco o nada». (Aquí se acaba, que en este estado la dejó don Luis)